“Cuando la toqué, instantáneamente dejó escapar un suspiro y comenzó a mover la cabeza”.
El otro día, Miguel Ángel Escobar y su familia viajaban en bote frente a la costa de Honduras cuando algo les llamó la atención, e inmediatamente les rompió el corazón.
Allí, a lo largo de un tramo remoto de costa, vieron una enorme tortuga marina enredada en las raíces de algunos árboles cerca de la orilla del agua.
“Pensé que estaba muerta”, dijo Escobar a The Dodo. “Sentimos tanta lástima por ella”.
Sin embargo, la tortuga no estaba muerta. Acababa de perder la esperanza.
Pero la esperanza estaba a punto de llegar.

Aunque la tortuga parecía haber estado atrapada allí durante algún tiempo, y probablemente había perecido, Escobar decidió echar un vistazo más de cerca de todos modos, por si acaso.
Ella permaneció inmóvil mientras él tiraba del bote hacia la orilla y se acercaba.
“Cuando la toqué, instantáneamente dejó escapar un suspiro y comenzó a mover la cabeza”, dijo Escobar.
Y con eso, Escobar entró en acción.

Usando un cuchillo, Escobar comenzó a cortar la raíz atrapando a la tortuga hasta que estuvo lo suficientemente débil como para romperse.
Después de unos momentos, finalmente fue libre.
Escobar le había salvado la vida.
En un instante, la tortuga que una vez parecía sin vida se transformó en una bola de energía.
“Pensé que la tortuga necesitaría descansar en la orilla y recuperar su fuerza”, dijo Escobar. “Pero al instante se alejó nadando, fuerte y rápido, como alguien que saltaba de alegría”.
Tuvo su segunda oportunidad. Después de permanecer momentáneamente cerca de la playa, la tortuga nadó hacia aguas más profundas.

Escobar sospecha que la tortuga había quedado atrapada después de llegar a tierra para poner sus huevos, enredándose en la raíz mientras pasaba por el terraplén a lo largo de la orilla. Y ahora que está libre, habrá aún más generaciones de su descendencia por venir.